Por: Marcelino Aparicio J. (*)
El cinismo del sátrapa Alberto Fujimori y sus áulicos no tiene límites. “La extradición me permitirá estar más cerca de mi pueblo”, dijo el ex candidato al senado japonés, horas antes de ser extraditado a Lima. Días después, su hija Keiko lanzó esta bravata: “Quieren matar a mi padre. Que le den mandato de comparecencia”, mientras una turba de fujimoristas recalcitrantes atacaba el monumento a las víctimas de la violencia política que asoló nuestro país entre los años 80 y parte de los 90.Fujimori y sus ayayeros parecen olvidar los crímenes de Barrios Altos, La Cantuta, el asesinato del periodista Pedro Yauri, las muertes a manos del grupo Colina de la familia Ventocilla de Huacho, los asesinatos de estudiantes de la Universidad Nacional de Centro, las matanzas del Santa, las millonarias coimas en la compra de armamento en pleno conflicto con Ecuador, las abultadas cuentas bancarias de los “generalotes” Víctor Malca, Nicolás de Bari Hermoza, etc. En suma, la pus que casi aniquila a un paciente comatoso llamado Perú.En la actualidad, la estrategia de las turbas fujimoristas es la siguiente: tratar de victimizar al súbdito japonés para provocar la conmiseración de algunos ingenuos peruanos. “Pobrecito, el chinito”, parecen decir al unísono los seguidores del presidiario, que hoy gime y llora como una Magdalena, pero ayer expoliaba sin piedad las arcas fiscales.Sino que Keiko (y también Sachi, Hiro y Kenky) diga de dónde salieron los 100 mil dólares anuales que Montesinos -por orden de Fujimori, claro está- pagaba a la Universidad de Bostón, EE.UU, donde curso estudios de no sabemos qué cosa y donde conoció a un tal Mark Vito, que hoy funge de consorte-semental cuyo vano oficio consiste en darle besitos en público.Cómo queda la alianza apro-fujimorista en medio de estas pujas de poder. Mauricio Mulder, el secretario general aprista, lanzó el primer dardo: “El fujimorismo nos quiere chantajear”. Enseguida, Santiago Fujimori respondió y pidió “trato preferencial” para su hermano “por tratarse de un ex presidente”. Alan García, que durante las primeras 48 horas guardó angustiante silencio, salió con el machete en alto. “No nos vamos a ensañar con el enemigo político caído en desgracia”, disparó el jefe de Estado y provocó la airada respuesta del bloque parlamentario fujimorista, que en manada llegó a la base policial del Fundo Barbadillo, Vitarte, donde permanece detenido el otrora mandatario que renunció por fax desde la tierra de sus ancestros. ¿Se trata de juegos artificiales o es que en verdad la alianza apro-fujimorista se ha ido a pique? Sólo el tiempo lo dirá. Mientras, hay que permanecer firmes ante el embate de las huestes fujimontesinistas. Nos quieren atarantar. Creen que el calendario se ha detenido y alucinan que su líder sigue manejando el Perú como si fuera su chacra. ¡Que alguien les de un pellizco para que despierten de sus sueños de opio!
El cinismo del sátrapa Alberto Fujimori y sus áulicos no tiene límites. “La extradición me permitirá estar más cerca de mi pueblo”, dijo el ex candidato al senado japonés, horas antes de ser extraditado a Lima. Días después, su hija Keiko lanzó esta bravata: “Quieren matar a mi padre. Que le den mandato de comparecencia”, mientras una turba de fujimoristas recalcitrantes atacaba el monumento a las víctimas de la violencia política que asoló nuestro país entre los años 80 y parte de los 90.Fujimori y sus ayayeros parecen olvidar los crímenes de Barrios Altos, La Cantuta, el asesinato del periodista Pedro Yauri, las muertes a manos del grupo Colina de la familia Ventocilla de Huacho, los asesinatos de estudiantes de la Universidad Nacional de Centro, las matanzas del Santa, las millonarias coimas en la compra de armamento en pleno conflicto con Ecuador, las abultadas cuentas bancarias de los “generalotes” Víctor Malca, Nicolás de Bari Hermoza, etc. En suma, la pus que casi aniquila a un paciente comatoso llamado Perú.En la actualidad, la estrategia de las turbas fujimoristas es la siguiente: tratar de victimizar al súbdito japonés para provocar la conmiseración de algunos ingenuos peruanos. “Pobrecito, el chinito”, parecen decir al unísono los seguidores del presidiario, que hoy gime y llora como una Magdalena, pero ayer expoliaba sin piedad las arcas fiscales.Sino que Keiko (y también Sachi, Hiro y Kenky) diga de dónde salieron los 100 mil dólares anuales que Montesinos -por orden de Fujimori, claro está- pagaba a la Universidad de Bostón, EE.UU, donde curso estudios de no sabemos qué cosa y donde conoció a un tal Mark Vito, que hoy funge de consorte-semental cuyo vano oficio consiste en darle besitos en público.Cómo queda la alianza apro-fujimorista en medio de estas pujas de poder. Mauricio Mulder, el secretario general aprista, lanzó el primer dardo: “El fujimorismo nos quiere chantajear”. Enseguida, Santiago Fujimori respondió y pidió “trato preferencial” para su hermano “por tratarse de un ex presidente”. Alan García, que durante las primeras 48 horas guardó angustiante silencio, salió con el machete en alto. “No nos vamos a ensañar con el enemigo político caído en desgracia”, disparó el jefe de Estado y provocó la airada respuesta del bloque parlamentario fujimorista, que en manada llegó a la base policial del Fundo Barbadillo, Vitarte, donde permanece detenido el otrora mandatario que renunció por fax desde la tierra de sus ancestros. ¿Se trata de juegos artificiales o es que en verdad la alianza apro-fujimorista se ha ido a pique? Sólo el tiempo lo dirá. Mientras, hay que permanecer firmes ante el embate de las huestes fujimontesinistas. Nos quieren atarantar. Creen que el calendario se ha detenido y alucinan que su líder sigue manejando el Perú como si fuera su chacra. ¡Que alguien les de un pellizco para que despierten de sus sueños de opio!
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